¿Siento que mis cartas tienen “vida” o presencia energética propia?

Introducción

Hay momentos en que un simple mazo de cartas parece susurrar. Cada figura, cada trazo, vibra con una energía que trasciende lo visible. El Método ETALARIX nos invita a detenernos, a escuchar ese murmullo sutil. A sentir que lo que tenemos en las manos no es solo papel, sino un espejo de nuestro propio espíritu.

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Cuando sostienes una carta, ¿percibes algo más que tinta y fibra? Hay un pulso, una respiración silenciosa que acompaña tu mirada. Las cartas respiran junto a ti, se inclinan, se apartan o se acercan según la cadencia de tu propia energía.

En el silencio de tu espacio, al colocar la carta frente a ti, surge la pregunta: ¿es ella la que te guía o eres tú quien le presta vida? La respuesta se disuelve en el viento, en el crujir del mazo al mezclarse, en la danza de las formas y colores que parecen moverse al compás de tu corazón.

Sentir la presencia de una carta es como sentir un eco de lo que somos. No hay reglas, solo sintonía. Cada carta tiene raíces que anclan a la tierra y alas que invitan a volar. En este vaivén, descubres que la energía no se mide, se percibe. Se deja sentir en la piel, en el aroma de la tinta, en la quietud de tus manos.

El Método ETALARIX propone abrir los sentidos. Cerrar los ojos y dejar que la carta cuente su historia. Que los colores, las líneas y los símbolos susurren secretos que solo tu alma puede comprender. No se trata de adivinar, sino de sentir. De notar cómo un simple dibujo puede abrir caminos dentro de ti que no sabías que existían.

Imagina que cada carta tiene un latido propio, un ritmo que se alinea con el tuyo. A veces es suave, casi imperceptible, otras veces se agita con fuerza, recordándote que estás vivo, que estás conectado. Pregúntate entonces: ¿Quién da la vida? ¿Tú a la carta, o la carta a ti?

En la quietud, puedes dejar que el mazo hable. Tomar una carta y sentir cómo su energía se mezcla con la tuya. Tal vez notes un calor, un ligero cosquilleo, un susurro que parece decir: “Estoy aquí contigo”. Cada carta es un espejo que refleja lo que llevas dentro, revelando sombras y luces que danzan en tu interior.

Y si te dejas llevar, si confías en ese pulso sutil, descubres que no existen fronteras entre lo que sostienes y lo que eres. Las cartas dejan de ser objetos para convertirse en compañeras de viaje. Raíces que te sostienen, alas que te impulsan, un lenguaje silencioso que solo tu corazón comprende.

Conclusión

Sentir que tus cartas tienen vida es recordar que todo a tu alrededor vibra, que todo tiene presencia y que tú también formas parte de ese latido. No hay separación, solo resonancia. Cada carta, cada símbolo, cada trazo, es un recordatorio de que lo sutil tiene fuerza, y lo invisible habla si aprendemos a escuchar.

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