El Método ETALARIX nos recuerda que cada lectura es un espejo.

¿Estoy preparado para leer el tarot a otros sin proyectar mis propias emociones?

Introducción

El Método ETALARIX nos recuerda que cada lectura es un espejo.

Un viaje de raíces y alas donde lo invisible se abre como un libro. El tarot no habla de nosotros, sino a través de nosotros. ¿Podemos ser ese canal limpio, sin velos ni proyecciones? ¿Podemos permitir que la voz de los símbolos sea más fuerte que el eco de nuestras emociones?

Contenido del día

Leer el tarot para otros es entrar en un río sagrado. El agua fluye, pero también refleja. Si tu corazón está agitado, la superficie se quiebra y la imagen se distorsiona. Si estás en calma, la visión es clara, profunda y verdadera.

El alma del consultante pide escucha. No pide tus heridas, ni tus anhelos escondidos. Pide silencio interior, un vacío fértil donde pueda resonar su verdad. Como un bosque que acoge el viento sin retenerlo, así debe ser tu presencia.

El Método ETALARIX enseña a habitar ese estado. Respirar profundo, soltar el juicio, dejar que las cartas hablen sin necesidad de adornos. Cada arcano es un pájaro que vuela con alas propias. No necesita que lo conduzcas, solo que abras la ventana.

Pero surge la pregunta: ¿qué pasa cuando tu dolor toca las cartas? Cuando la herida se reconoce en la imagen y quiere hablar en tu lugar. Ese es el instante de prueba, el cruce de caminos. ¿Eres lector o espejo roto? ¿Eres canal o eco?

No se trata de reprimir lo que sientes, sino de trascenderlo. Mirar tu emoción como nube pasajera, sin dejar que tape el sol del otro. Porque si proyectas, robas al consultante su visión. Le entregas tu historia en lugar de la suya. Y el tarot deja de ser un portal para convertirse en un espejo de ti mismo.

Prepararte para leer a otros es aprender a callar adentro. A dejar que la voz del símbolo hable más fuerte que tus pensamientos. A confiar en que la verdad que surge pertenece al otro, no a ti. Y que tu misión es sostener el espacio, no llenarlo.

Piensa en el árbol. Sus raíces lo anclan, sus ramas lo elevan. Cuando el viento sopla, no se confunde con él. Permite que pase, se inclina, pero no pierde su ser. Así debe ser el lector: anclado en su centro, abierto a los cielos, pero sin confundir su aire con el aire ajeno.

Cuando logras esa pureza, el tarot se convierte en un puente. Un pasaje luminoso donde el consultante encuentra respuestas que estaban en su interior. Y tú, como lector, te vuelves guardián del umbral, no protagonista de la historia.

Conclusión

¿Estoy preparado? Solo tú puedes responder. La preparación no se mide en libros leídos ni en tiradas practicadas. Se mide en tu capacidad de estar en silencio, en tu valor de no invadir, en tu entrega a lo sagrado. Cuando puedas mirar una carta y escuchar la voz del otro antes que la tuya, sabrás que el momento ha llegado. Entonces, las alas se abrirán. Y serás canal de luz, sin sombra que opaque el mensaje.

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